Saltar al contenido

Lección 2. ¿De dónde surge la creatividad?

    Comprender el origen de la creatividad es tan esencial como definirla. Nuestras creencias sobre de dónde proviene influyen en la confianza que tenemos en nuestro propio ingenio y en las estrategias que empleamos para potenciarlo. Durante décadas se difundió el mito de que el hemisferio izquierdo del cerebro está dedicado a la lógica y el derecho a la imaginación, gracias a los estudios de Roger W. Sperry en los años sesenta, premiados con el Nobel de Medicina en 1981. Sin embargo, investigaciones posteriores han demostrado que esa división es excesivamente reduccionista. En esta lección, veremos la evidencia que sustenta un enfoque de cerebro completo, junto con el papel decisivo de la intuición y la imaginación lúdica.

    El cerebro humano es el sistema más complejo conocido. Aunque hoy podemos asociar funciones concretas a regiones específicas —por ejemplo, el hipocampo (memoria/incubación) o la red dorsal de atención visuoespacial (percepción del entorno)—, ninguna fase del proceso creativo recae en un solo hemisferio o estructura aislada. Analizar un reto, generar soluciones, pulirlas y validarlas requiere la cooperación de múltiples redes neuronales distribuidas en todo el cerebro.

    Figura 1
    Redes cerebrales implicadas en el proceso creativo

    Como explica Scott Barry Kaufman:

    «La creatividad no implica una única región cerebral ni un solo lado del cerebro. En cambio, todo el proceso creativo —desde la preparación hasta la incubación, la iluminación y la verificación— consta de muchos procesos cognitivos (tanto conscientes como inconscientes) y emociones que interactúan. Dependiendo de la etapa del proceso y de lo que estés intentando crear, se reclutan distintas regiones cerebrales. Muchas de esas regiones trabajan en equipo y reclutan estructuras de ambos hemisferios.»
    (Kaufman, 2013)

    Este enfoque de redes e interacciones queda reforzado por Bressler y Menon (2010), quienes destacan la conectividad como clave para la función cerebral

    En entornos organizacionales saturados de proyectos y plazos ajustados, la intuición emerge como un recurso decisivo: “pensar” y “actuar” se entrelazan para generar respuestas casi instantáneas. Daniel Kahneman distingue dos modos de pensamiento (Kahneman, 2011):

    • Sistema 1 (intuitivo): actúa de manera automática, rápida y con escaso esfuerzo consciente.
    • Sistema 2 (analítico): requiere atención deliberada, esfuerzo y control voluntario.

    Figura 2
    Sistema intuitivo vs. Sistema analítico

    Sistema intuitivo vs. Sistema analítico

    Connson Chou Locke (2015) identifica tres condiciones para que la intuición rinda al máximo:

    1. Experiencia sólida: base de conocimientos acumulados.
    2. Problema no estructurado: ausencia de reglas claras o criterios definidos.
    3. Tiempo limitado: urgencia que impide un análisis exhaustivo.

    La habilidad clave no es solo tener intuición, sino saber cuándo confiar en ella y cuándo buscar evidencia empírica. Los sistemas de inteligencia artificial (IA) procesan enormes volúmenes de datos y emulan expertos, pero tropiezan al intentar dar “saltos” hacia lo desconocido. En cambio, la intuición humana conecta patrones previos con escenarios inéditos, generando ideas que ningún algoritmo contiene.

    Muchos directivos confiesan en privado haber tomado decisiones cruciales a partir de una corazonada. Una vez elegida la ruta, suele ser más sencillo recopilar datos que la validen. Como sintetizó Robert A. Heinlein:

    «El ser humano no es un animal racional; es un animal que racionaliza.»
    (Heinlein, 2000)

    Figura 3
    Inteligencia artificial vs. intuición humana

    Inteligencia artificial vs. intuición humana

    Pese a su poder, la intuición es falible y está sujeta a sesgos evolutivos y culturales. Simons y Chabris (2010) advierten:

    «Sé cauteloso con tus intuiciones, especialmente con las intuiciones sobre cómo funciona tu propia mente. Nuestros sistemas de cognición rápida evolucionaron para resolver problemas antiguos, pero nuestras culturas, sociedades y tecnologías actuales son mucho más complejas. En muchos casos, la intuición está mal adaptada para enfrentar los retos del mundo moderno. Piensa dos veces antes de privilegiar la intuición sobre el análisis racional, especialmente en asuntos decisivos, y desconfía de quienes proclaman que la intuición es la panacea.»
    (Simons & Chabris, 2010)

    Para mitigar esos riesgos, adopta un enfoque orientado a datos: aléjate deliberadamente de tu instinto, recopila información relevante —Big Data, indicadores, inteligencia artificial— y úsala para reforzar o cuestionar tus corazonadas.

    Figura 4
    Ventajas y riesgos de la intuición

    Ventajas y riesgos de la intuición

    El juego pretendido en la infancia es el laboratorio primordial de la creatividad. “El juego de simulación en la niñez es donde ocurren muchos de los procesos cognitivos y afectivos importantes para la creatividad” (Russ, 2014, citado en Kaufman & Grégoire, 2015). Al dramatizar roles y escenarios, el niño activa memoria, emoción y reglas sociales en un espacio libre de juicios. De adultos, rescatar esa libertad imaginativa —más allá de lo ya escrito o filmado— es esencial para generar ideas genuinamente originales.

    Un ejemplo histórico es la etapa inicial de la exploración espacial: sin experiencias previas en la Luna, los científicos partieron de observaciones limitadas para imaginar potenciales desafíos —radiación, microgravedad, reentrada atmosférica— y, con ello, diseñar naves y trajes capaces de superar lo desconocido.

    Figura 5
    El juego como semillero de imaginación

    El juego como semillero de imaginación

    La creatividad emerge de un todo cerebral donde memoria, atención, asociaciones inconscientes e imaginación colaboran de forma sinérgica. Desmontar el mito “izquierdo vs. derecho” abre paso a un enfoque integral, más fiel a la complejidad de la mente humana.

    La intuición —producto del pensamiento rápido y la experiencia— ofrece agilidad y capacidad de salto creativo, pero debe complementarse con análisis de datos y reflexión para evitar sesgos. Al reavivar la imaginación —esa libertad lúdica de la niñez— completamos el ciclo: un proceso creativo equilibrado combina un cerebro completo, intuición validada y espacio para la fantasía.

    Bressler, S. L. & Menon, V. (2010) “Large-scale brain networks in cognition: emerging methods and principles”, Trends in Cognitive Sciences, 14(6), pp. 277–290.

    Heinlein, R. A. (2000) Assignment in Eternity, Wake Forest, NC: Baen Books.

    Kahneman, D. (2011) Thinking, Fast and Slow, London: Penguin.

    Kaufman, S. B. (2013) “The Real Neuroscience of Creativity”, Scientific American (blog), 19 August [Online].

    Kaufman, S. B. & Gregoire, C. (2015) Wired to Create: Unravelling the Mysteries of the Creative Mind, London: Vermilion.

    Locke, C. C. (2015) “When It’s Safe to Rely on Intuition (and When It’s Not)”, Harvard Business Review, 30 April [Online].

    Russ, S. W. (2014) “Pretend play in childhood is where many of the cognitive and affective processes important in creativity occur”, citado en Kaufman & Gregoire (2015), p. 8.

    Simons, D. & Chabris, C. F. (2010) The Invisible Gorilla: And Other Ways Our Intuitions Deceive Us, London: HarperCollins.

    Yoruk, S. & Runco, M. A. (2014) “The Neuroscience of Divergent Thinking”, Activitas Nervosa Superior, 56(1–2), pp. 1–16.

    [Regresar al curso]