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Lección 1. El diseño que nos rodea

    Casi todo lo que ves a tu alrededor está diseñado; es decir, existe como resultado de una reflexión humana sobre lo que se necesita. Mientras escribo en mi oficina (Figura 1), veo un teléfono, una taza, una lámpara de escritorio, un edificio frente a mi ventana, la computadora frente a mí, la silla en la que estoy sentado y la ropa que llevo puesta. Estos son ejemplos claros de objetos diseñados. Sin embargo, también hay otros menos obvios: el software que uso para redactar este párrafo, las placas de circuito en la computadora (y los chips en esas placas), la línea de tiempo en mi pizarra, la manera en que he organizado los libros en mis estantes, el tablero de corcho donde he fijado imágenes, documentos, listas y recordatorios (y, por supuesto, esos mismos elementos que he colocado allí).

    Si miro por la ventana de mi oficina, veo elementos naturales como árboles, que en principio podrían parecer ajenos al diseño. Sin embargo, incluso estos podrían ser objetos de diseño: puede que los árboles estén ubicados siguiendo un plan paisajístico o que su variedad o aspecto sea resultado de intervenciones humanas como la poda o la propagación.

    Figura 1
    Una escena típica de oficina

    Una escena típica de oficina

    Si le preguntas a la mayoría de la gente qué es el diseño, probablemente mencionen algo como un robot aspirador de última generación; un dispositivo que luce distinto a otros de su misma categoría y que promete un rendimiento superior. O quizá, un smartphone con un diseño innovador: un objeto que combina una estética impecable con una funcionalidad intuitiva. Pero no solo los gadgets pueden tener ese “toque de diseño”. Un edificio de arquitectura contemporánea puede presentarse como “diseñado por un arquitecto disruptivo”, o una colección de moda alternativa (véase Figura 2).

    Figura 2
    El diseño y su relación con elementos innovadores

    El diseño y su relación con elementos innovadores

    Esto es lo que llamó “Designer Design”: productos creados para exhibir diseño y que se comercializan y describen de esa forma (¡normalmente con un precio acorde!). Hace unos años, hubo una tendencia de “vaqueros de diseñador” (designer jeans), con estilos distintivos que se diferenciaban de otros tipos de vaqueros. El término “diseñador” se usaba para sugerir un mayor valor, quizá porque implicaba la atención personal de un profesional reconocido. En realidad, la palabra “diseño” se utiliza con más frecuencia de lo que imaginamos.

    A veces, el “Designer Design” hace que la gente se sienta excluida de la participación en el diseño, como si fueran objetos “dados” por diseñadores, sin nuestra intervención. Sin embargo, existe otra cara del diseño que llamaré “Quiet Design” o “diseño silencioso”. Se trata del diseño que tú o yo podemos aplicar a nuestro espacio personal, o de esos objetos diseñados que pasan inadvertidos. Son elementos que mejoran nuestras vidas sin que nos demos cuenta, al menos hasta que nos paramos a pensarlo. Un ejemplo es el diseño vial: una rotonda o un cruce mejorado puede reducir significativamente la congestión y, con ella, el estrés de los conductores. Otro ejemplo podría ser algo tan simple como un banco en el parque, colocado en el lugar perfecto para disfrutar de una vista fabulosa.

    El “Quiet Design” es mucho más frecuente que el “Designer Design” y afecta prácticamente todos los aspectos de nuestra vida. Esto no significa que no haya profesionales detrás de ese diseño silencioso; la mayoría de las veces sí los hay, pero no siempre se menciona explícitamente como diseño. Tal vez sea más adecuado describirlo como el producto del pensamiento de diseño.

    Para comprender el impacto del «Quiet Design», analiza estos ejemplos en la siguiente galería de figuras: (1) Cruce vial bien diseñado; (2) Banca en el parque estratégicamente ubicada; (3) Mobiliario urbano minimalista; (4) Espacios interiores con diseño silencioso.

    En su libro Creatividad, innovación y la creación de cosas (2007), Rich Gold se refiere al conjunto de objetos diseñados que nos rodean como “la plenitud”. Observa su cocina e intenta contar la cantidad de elementos que hay:

    «Puedo contar fácilmente mil objetos, pero la respuesta real es fractal. Cada electrodoméstico, cada herramienta, e incluso cada alimento (sobre todo si cuentas los residuos de pesticidas) es un compuesto formado por decenas, cientos o incluso miles de otras cosas. Y cada día llegan nuevas bolsas de compras repletas de aún más objetos. Las bolsas se llenan en centros comerciales y supermercados, los cuales a su vez albergan millones de cosas. Es un mundo repleto de cosas.» (Gold, 2007)

    Este mundo de cosas es lo que Gold denomina “la plenitud”. Es interesante que Gold destaque que cada objeto “satisface un deseo”; y esto es una característica fundamental del diseño. El diseño surge para satisfacer una necesidad, una carencia que demanda ser colmada. Puede ser una forma más eficiente de cortar pan, un nuevo tipo de puente o incluso un par de pantalones renovados. Sea cual sea la necesidad, el diseño ofrece soluciones.

    ¿Por qué surge una necesidad en primer lugar? ¡Esa es una pregunta fundamental! Gold señala que satisfacer un deseo genera a su vez la necesidad de otros elementos. Hace veinte años nos comunicábamos usando teléfonos fijos, atados a un solo lugar. Una vez desarrollada la tecnología y disponible el dispositivo, descubrimos que “necesitábamos” teléfonos móviles. Pero los primeros móviles eran muy grandes, así que diseñamos modelos más compactos. Luego nos dimos cuenta de lo práctico que sería escuchar música, tomar fotos o navegar por Internet desde el teléfono, y así surgió una nueva generación de móviles. La idea es que lo que necesitamos se define tanto por lo que ya tenemos y las posibilidades que esto ofrece, como por nuestras necesidades fundamentales —alimento, vivienda, iluminación, etc.—.

    Los efectos del diseño a menudo se desvían, a veces sutilmente y otras de forma drástica, de las intenciones originales del diseñador o del equipo de diseño. Por ejemplo, en la década de 2000, el sistema de autobuses de tránsito rápido TransMilenio en Bogotá, Colombia, se implementó con el objetivo de mejorar la movilidad y reducir la congestión en una ciudad en constante crecimiento. Sin embargo, con el paso del tiempo surgieron problemas de sobrecarga, inseguridad y demoras, lo que afectó negativamente la experiencia de sus usuarios. Sin duda, esta no era la intención original, pero el diseño y la implementación del sistema generaron consecuencias imprevistas.

    El diseño, ya sea de forma intencional o no, transforma nuestro comportamiento. Este es, quizás, el rasgo distintivo del diseño. Lawrence Lessig ha señalado que los diseños (o “cosas”, como él prefiere llamarlas) tienen un carácter casi “legal”, pues regulan nuestra conducta de diversas maneras. Lessig (1999) describe cuatro mecanismos a través de los cuales se controla y regula nuestro comportamiento. Tomemos, por ejemplo, el caso del estacionamiento:

    1. La ley. Se establece que es ilegal estacionar en determinados lugares, y la mayoría de las personas respeta esta norma para evitar sanciones.
    2. Las normas sociales. En lugares donde se permite estacionar, se observa un código no escrito, como “dejar un espacio entre vehículos” o “no bloquear la salida de otro coche».
    3. El mercado. La capacidad de estacionar puede depender de si puedes pagar la tarifa correspondiente; si el precio es demasiado elevado, buscarás otra alternativa.
    4. El diseño (la arquitectura). Unas simples líneas pintadas en el pavimento nos indican la orientación en la que debemos estacionar, pues el espacio está configurado para ello.

    La palabra “necesidad” también implica mejora. Diseñamos cosas nuevas porque creemos que, de alguna manera, harán nuestras vidas mejores: pueden hacernos lucir mejor, sentirnos más seguros, potenciar nuestro desarrollo, facilitar la comunicación o mejorar la movilidad. En definitiva, el diseño tiene el potencial de transformarse positivamente.

    ¿O acaso no es así? ¿Se te ocurre algún diseño que no nos haya beneficiado o que, incluso, haya empeorado las cosas?

    Si el diseño tiene el poder de mejorar nuestras vidas y moldear nuestro comportamiento, no es casualidad que surja de la interacción entre personas y, a su vez, involucre a múltiples actores. A diferencia de actividades como el arte, que en ocasiones se realiza de forma individual, el diseño suele ser un proceso colaborativo en el que intervienen diversas personas con roles distintos. En esencia, el diseño es intrínsecamente social, es decir, crea valor cultural y social de múltiples formas: ya sea facilitando la usabilidad, aportando valor económico, embelleciendo, funcionalizando o dotando de significado a los objetos y entornos.

    Pensemos en la cantidad de personas que pueden estar involucradas en un proceso de diseño. En primer lugar, está el propio diseñador, quien se sitúa en el centro del proceso. Pero, ¿qué sucede cuando se trata de un producto complejo, como un automóvil, una televisión o un software? En esos casos, varios diseñadores colaboran para abordar diferentes aspectos del producto. Incluso en productos aparentemente sencillos, es común que intervenga más de un diseñador.

    Generalmente, el diseñador o el equipo de diseñadores trabaja en representación de alguien: el cliente. Este es quien tiene la “necesidad insatisfecha” mencionada anteriormente, es decir, un problema que precisa ser resuelto y, por lo general, está dispuesto a invertir en una solución. La solución a dicho problema involucra, a su vez, a dos grupos adicionales: los fabricantes, quienes se encargan de producir el producto, y los usuarios, quienes lo utilizarán o consumirán. Juntos, estos cuatro grupos conforman el núcleo de las personas involucradas en el diseño (véase Figura 3). Es importante destacar que el diseño se sitúa en el centro del diálogo entre los distintos actores.

    Figura 3
    Las personas involucradas en la producción de un diseño

    Las personas involucradas en la producción de un diseño

    Esta figura ilustra a las personas que participan en la creación de un diseño y sus interrelaciones. En el centro se encuentra el diseñador, a la izquierda el cliente, vinculado con una flecha de doble sentido que simboliza la comunicación bidireccional. A la derecha se ubican el usuario y el fabricante, ambos conectados igualmente con el diseñador para resaltar la interacción constante. Además, una flecha punteada va del fabricante al usuario, indicando que el primero debe tener presente las necesidades del segundo.

    Los roles de diseñador, cliente y usuario pueden solaparse e incluso ser asumidos por la misma persona, especialmente en proyectos de estudiantes de diseño. No obstante, en contextos profesionales suelen corresponder a grupos distintos. Y, por supuesto, existen otros actores: los fabricantes se aseguran de que la producción se realice correctamente, y los investigadores de mercado pueden ser contratados para indagar sobre las necesidades y preferencias del público.

    En el pasado, el rol del diseñador era relativamente claro: era quien generaba ideas y las presentaba al cliente, quien elegía la propuesta que más le gustaba. Además, los diseñadores solían especializarse en disciplinas concretas: los diseñadores gráficos se centraban en la imagen, los arquitectos en la edificación, los diseñadores de moda en la vestimenta y los diseñadores de producto en los objetos. Sin embargo, en los últimos años ha emergido un nuevo perfil de diseñador: alguien capaz de reunir diferentes áreas de experticia para abordar problemas complejos que no pueden resolverse con una única disciplina. Este profesional organiza soluciones utilizando diversos métodos.

    Si buscas la palabra “diseño” en un diccionario, verás que funciona tanto como verbo como sustantivo. Como verbo, significa planear, dibujar, idear o tener la intención de algo. Como sustantivo, hace referencia a un dibujo, un objeto, un plan o un esquema. En esta parte del curso, hemos buscado ampliar esta concepción tradicional de lo que es el diseño.

    Hemos explorado aspectos del diseño que quizá no habías considerado antes, y que incluso podrían haberte sorprendido. Entre ellos se encuentran la capacidad del diseño para mejorar las cosas, la manera en que regula nuestro comportamiento y las diversas personas que participan tanto en la creación como en el uso del diseño. Todo esto nos hace reflexionar sobre la responsabilidad que asumimos al actuar como diseñadores.

    En síntesis: (a) El diseño está en todas partes; (b) El diseño satisface necesidades; (c) El diseño crea valor; (d) El diseño cambia comportamientos; (c) El diseño involucra a las personas.

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